In Defense of the Life Assignment En defensa de la vida asignada
I started at the surface, feeling about my face,
at 38, the low jawbone my mother had given me
as weapon against austerity when, two decades before,
my father had died. I was 18, desperate under summer’s
isosceles, at libraries. A fragile machine descended
with a yellowing haze on the city.
Who had I been then, but the sediment inside
that thing named Ricardo Alberto since the beginning?
Blessed is he, blessed in the reddening
of medical pins, blessed under fluorine yolks.
I venerated my mother at Centro Medico, her prayer cards
at midnight, the saffron of her blood tearing as it coursed,
a thick mass on concrete inside coral veins.
Mother, today it snows in another city besieged by comet tails.
You breathed, barely, that day, the sharp instrument of men
on your heart. Waded, they waded, I remember the wings
of your lungs. It was midnight when I went in search of angels
in the shoes of the sick near the gates of heaven.
On the seventh day, we all take repose in the Kingdom
of the Sick. Blessed are they, blessed the cold comfort of a wind
rushing over teeth, blessed the long corridors
of heaven, blessed the gelatin in refrigerators,
the instant coffee, so many hands opening blue over the grass,
blessed that sentence of silver, of flowers. Blessed may they be, blessed.
Empecé al ras, tanteando en mi rostro,
a los 38, el mentón bajo de mi infancia que me había entregado mi madre
como rango contra la austeridad cuando, dos décadas atrás,
había muerto mi padre. Yo tenía 18 y lloraba bajo el isósceles
de junio en las bibliotecas. Una maquina frágil como niebla amarilla
de estrellas había descendido sobre la ciudad.
¿Quién habré sido aquella vez, además del sedimento dentro
de algo que había llamado desde un principio Ricardo Alberto?
Bienaventurado sea, bienaventurado en el rojo
fijo y aséptico de alfileres, bienaventurado bajo las yemas de flúor.
Veneré a mi madre en Centro Médico, sus estampitas a media
noche, el azafrán de sangre que rasgaba su curso de masa espesa
sobre el concreto dentro de venas corales.
Madre, hoy nieva en otra ciudad bajo colas de cometas.
Apenas respirabas aquel día con los instrumentos ásperos
de hombres en tu corazón. Bogando, bogando, recuerdo las alas
de tu pulmón. Eran las doce cuando salí en búsqueda de ángeles
entre los zapatos de los enfermos cerca de las puertas del cielo.
Era el séptimo día cuando se tomaba la siesta en el Reino
de los Enfermos. Bienaventurados sean, bienaventurado su rumor
frío acogedor sobre los dientes, bienaventurados los largos pasillos
de los cielos, bienaventurada la gelatina en los refrigeradores,
el café instantáneo, tantas manos que abren sobre hierba azul.
Bienaventurados su condena de plata y flor. Bienaventurados sean.